La Laguna

La siguiente imagen  pertenece al fondo municipal de Tudela, con signatura PL_00030:

Según el mapa de Tomás López.
Cuando Tomás López (1730-1802) elaboró su Atlas General de España, más conocido como el Mapa de Tomás López, todavía faltaban unos años para que la laguna más importante de Soria, que aparecía en los tratados de Geografía General, fuese desecada y sus tierras dedicadas al cultivo, algunas de ellas de regadío.

El geógrafo López se detuvo bastante en su descripción, y gracias a ella podemos saber cómo era, sus dimensiones, qué fauna y flora propiciaba… Al describir los núcleos de población que rodeaban a la laguna de Añavieja, se hace eco López de la carencia de agua y de fuentes, justificando así la formación de la laguna, que acumulaba toda el agua de la que carecían los pueblos de alrededor «… de las sierras que circundan este territorio, corren subterráneas copiosas aguas, que en lo más hondo del semicírculo porrumpen en muchos ojos de los cuales extendiendo las aguas por aquella llanura forman una laguna que desde media legua encima de Añavieja comienza a correr hasta cerca de Débanos…».

La longitud que ocupaba este embalse natural de agua era de casi siete kilómetros y la latitud, por la parte más ancha, unos dos kilómetros; al pasar por Añavieja se estrechaba, discurría por un puente de dos arcos y volvía a extenderse entre dos cerros, para, al llegar al término de Débanos, caer el agua en dos copiosas acequias «que la una pasando por este pueblo [Débanos] da agua suficiente y muy perenne para ocho molinos harineros y varios batanes, regando la vega de Débanos y la de Cervera llamada Añamaza, se junta con el río Alhama y la otra acequia rodeando el cerro de San Blas fertiliza las casas y tierras de Valverde y La Nava, sitio donde estaba el lugar de Campillo, célebre en la historia de España».

En el término de Débanos discurre el río Manzano o Añamaza y las tierras que riega y los molinos y batanes que mueve, y que refiere López, están asentados en los que se llama cañón del Cajo; los agricultores de este pueblo siempre lo han conocido así, y la laguna de Añavieja no se extendía hasta Débanos, aunque después, cuando se desecó, una rama del canal de San Salvador, a partir de la laguna, discurriera por sus tierras.

En cuanto al lugar de el Campillo, en La Nava, se encuentra en el límite de las provincias de Soria, Zaragoza y Navarra, y su importancia histórica se debe a que en un momento concreto de la Historia, tres reyes de tres estados distintos: Castilla, Aragón y Navarra, se reunieron en él para dirimir sus diferencias.

Sigamos con la descripción de la laguna de Añavieja, de Tomás López. «Esta laguna está poblada de alto carrizo casi impenetrable y en lo más escondido del carrizo cuando menos se piensa se encuentran algunos pozos u ojos de mucha profundidad en los que ya nada de carrizo se cría y no se ve otra cosa que agua y algún espacio (…) Es muy peligroso penetrar al interior de dicha laguna y aún los vaqueros que se ven precisados a entrar a buscar el ganado cada día encuentran nuevos ojos en donde hasta ahora no los habían notado. De lo cual es reciente testimonio que en el mes de mayo pasado se internó una novilla en el carrizo y yendo el vaquero actual a buscarla sin embargo de estar muy práctico en la laguna, un tío suyo que muchos años ha guardado la vacada y que tiene 40 años de práctica en la laguna le dijo que no tenía que subir más arriba porque ya no había ojo ninguno».

Se equivocaba el buen hombre, pues siguieron ascendiendo y hallaron otro ojo más y junto a una isleta el animal extraviado, y lo que más les extrañó a estos experimentados vaqueros es que la superficie del ojo se hallaba poblada de hojas de noguera, árbol que no se daba en once kilómetros (dos leguas) a la redonda, de donde dedujeron que el agua había llegado, en tromba, de un lugar lejano y había formado un ojo más.

Manantiales de Añavieja

Los ojos kársticos que manan en el término de Añavieja, de donde surgía el agua y formaba la laguna, tienen nombre casi todos, según recogimos en el libro «Fuentes, fuentecillas y manantiales de la provincia de Soria»: «ojo de la Cueva», por nacer cerca de una cavidad; «Ojillo», que, junto con el anterior, sirve para el abastecimiento y antes para los lavaderos; el del «tío Nazario», donde se lavan los menudos de los cerdos en las jornadas de matanza; el «Chicharrín» o «Chincharrín», en realidad son dos juntos, de aproximadamente ocho metros de diámetro cada uno; el de «Nicolás», y otro, este sin nombre, que mana en el paraje de «la Isla». Refiriéndose al de «Chincharrín», dice Tomás López que es el más famoso, donde «en los años pasados se ahogaron a un tiempo cuatro novillos de a tres años, y buscándolos se encontraron tres y del otro no apareció pelo ni hueso y habiendo llamado para hacer los de el agua sogas de acarrear que regularmente tienen 17 a 18 varas (835 mm.) quisieron sondearlo por casualidad y ataron en el cabo de la soga un hierro de hachas, y según que se sumergió bastantes varas, pero estando ya muy profundo subió a la superficie del pozo con una suma violencia». Volvieron a repetir la operación, pero atando una viga en el extremo, que fue expelida con el mismo impulso. «De todo lo cual se colige que son muy copiosos los raudales de agua que corren subterráneos (…) sólo sube a esta laguna la que redunda por los pozos que forman impulsos de algún obstáculo que encuentran».

El mapa GeoMinero estima importantes estas reservas de agua, dicen que el acuífero es geológicamente complejo en el que predominan las calizas jurásicas, es libre y confinado y se alimenta de la infiltración del agua de lluvia. En cuanto a la pérdida de reses por los ojos kársticos, es una historia –realidad o leyenda- recurrente en todos los lugares donde se encuentran: San Esteban de Gormaz, Valdanzo y Valdanzuelo, Dombellas…

En cuanto a la fauna –ya hemos visto que la flora se limitaba al carrizo- dice Tomás López que nunca se había encontrado en la laguna anguila ni otra especie de pesca, pero que ya en el puente de Añavieja se pescan algunos pececillos, aunque pequeños, sabrosos; por Débanos sí había truchas.

Lo que abundaba en la laguna eran las tortugas, sanguijuelas y «muchas especies de aves de agua de muchos tamaños y plumas que por no saberse sus nombres son llamadas con el nombre genérico de ánades y frontinos». Y una ave llamada avitoro «cuya propiedad particular sin duda le adaptó este nombre porque de magnitud poco más que una buena gallina con plumas taraceadas de blanco y pardo, cuello y pico largo da unos bramidos como de un toro y se oye en las noches quietas de verano a distancia de media legua». Se refiere al avetoro o garza real, que vive en regiones pantanosas o de abundante vegetación y que emite unos gritos que recuerdan al mugido de los toros.

Empeñado en la desecación de la laguna estaba el obispo de Tarazona, señor Vilanova –a cuya diócesis pertenecía esa zona del Este provincial-, difunto cuando López dio a conocer su Mapa «… estaba muy persuadido de que abriendo un ancho y profundo canal aunque fuese necesario alguna mina se podría sanear casi todo el terreno que ocupaba la laguna que es de mucha extensión y aprovecharse toda esta tierra que es muy propia para cebada, alubias y cáñamo y de la agua sobrante podrían conducirse unas acequias caudalosas que regasen mucho territorio de Cintruénigo, Corella, Tudela y Alfaro; pero esto es maniobra que excede las facultades de particulares».

No llegaría a ver su ilustrísima sus deseos cumplidos, pero la laguna se desecó. En 1849, Jaime Domingo Lluch –sobre el que estamos investigando- consiguió que Ágreda y Ólvega cedieran los terrenos de la laguna, al parecer sin tener en cuenta para nada a los habitantes de Añavieja y Débanos, que al pertenecer a la jurisdicción de la villa de Ágreda, poco tenían que decir, legalmente hablando. El caso es que un Real Decreto dado en 1858 declaró de utilidad pública la desecación de la laguna, cuyas obras fueron finalizadas por la viuda de Lluch, Ramona Roca y Costa. Sería el ingeniero de origen tarragonés, Eduardo Saavedra (a quien le cupo el honor de demostrar la ubicación de Numancia en el cerro de La Muela, de Garray) el que dirigió las obras de desecación de la Laguna de Añavieja.

Por aquella época las aguas no estaban todavía declaradas de utilidad pública, y se convirtieron en particulares, para martirio de los agricultores Añavieja, a quienes siempre se les ha negado la posibilidad de regar, algo que ya traté en el periódico SORIA SEMANAL y en el libro sobre las fuentes de Soria, antes mencionado.